EL IMPERIO BIZANTINO
El imperio
Bizantino es el mismo Imperio Romano de Oriente. Al morir el emperador romano
Teodosio, dejó en su testamento la división del imperio entre sus dos hijos: el
mayor, Arcadio, recibió el Oriente, países de habla griega y el menor, Honorio
recibió el de Occidente, los países de habla latina. El imperio Romano de
Oriente tenía como capital a Constantinopla y el de Occidente a Roma.
Además
contaron con la ayuda de diferentes pueblos bárbaros que en su contacto
hicieron parte de su civilización. Estos pueblos proporcionaron excelentes
tropas, hábiles generales y emperadores recios.
El imperio
Romano de Oriente duró mil años más que el de Occidente. Algunos emperadores
buscaron en Roma sus tradiciones, sus símbolos y sus instituciones. Un ejemplo
de esta búsqueda es la pertenencia de los ciudadanos bizantinos al Imperio
Romano y la conciencia de que hacía parte de un imperio universal unificado por
el cristianismo.
Sin embargo
algunas características romanas se mezclaron con las griegas. Una de las
principales causas para esta mezcla fue el uso del idioma griego en este
territorio, que los distanciaba del latín y del resto de la cultura romana.
Grupos de
Germanos durante los siglos IV y V, invadieron tanto el imperio Romano de
Occidente, como el de Oriente. Sin embargo, los emperadores del Imperio Romano
de Oriente, ayudados por los aspectos geográfico y social, lograron detener invasiones,
migraciones e incursiones de los godos y de los hunos.
Sin embargo,
a mediados del siglo VI, los lombardos invadieron y ocuparon de forma gradual
parte de la antigua Italia Bizantina, excepto Roma, Ravena, Nápoles y el sur. A
la vez, los ávaros realizaron incursiones y despoblaron parte de los Balcanes
Bizantinos.
Constantinopla se convirtió
en la capital del Imperio romano de Oriente en el 330, después de que
Constantino I el Grande, el primer emperador cristiano, la fundara en el lugar
de la antigua ciudad de Bizancio, dándole su propio nombre. De forma gradual la
desarrolló hasta convertirla en una verdadera capital de las provincias romanas
orientales, es decir, aquellas áreas del Imperio localizadas en el sureste de
Europa, suroeste de Asia y en el noreste de África, que también incluían los
actuales países de la península de los Balcanes, Turquía occidental, Siria,
Jordania, Israel, Líbano, Chipre, Egipto y la zona más oriental de Libia.
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